Cuando no Todo es Humo

La última erupción del Etna (3.357 m), ocurrida el 2 de junio de 2025, generó una columna de cenizas y gases que alcanzó 6.500 metros de altura.

En enero de 2022, el volcán submarino Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, con una altura de 1.400 metros desde su base marina y 150 metros sobre el nivel del mar, produjo una columna eruptiva récord de casi 57.000 m de altitud, la más alta registrada.

Otros ejemplos de columnas volcánicas sobre 40.000 m:

Monte Pinatubo (Filipinas, 1991): hasta 40.000 m

Tambora (Indonesia, 1815): hasta 40.000 m

Las erupciones volcánicas que alcanzan la estratósfera (entre 10 y 50.000 m de altura) pueden afectar el clima global durante meses o años. Inyectan cenizas, gases y aerosoles que reflejan la luz solar, causando un enfriamiento temporal. También alteran patrones de lluvia, influyen en la capa de ozono y modifican ciclos atmosféricos.

Los efectos ecológicos incluyen impactos en la fotosíntesis, ciclos agrícolas y ecosistemas, con posibles crisis alimentarias temporales. Aunque los volcanes liberan gases de efecto invernadero, el volumen es menor que el de la actividad humana, y los aerosoles volcánicos suelen generar un efecto refrigerante temporal.

En general, las columnas volcanológicas que alcanzan la estratósfera permiten que cenizas, gases y aerosoles se mantengan suspendidos durante largos periodos, cruzando grandes distancias a escala planetaria. La dispersión depende de la altura alcanzada, el tamaño y densidad de las partículas, la dirección y velocidad del viento en la estratósfera, y la cantidad de material emitido.

El material volcánico en la estratósfera puede influir en la radiación solar, la química atmosférica y la circulación global, generando impactos climáticos que incluyen enfriamientos temporales y alteraciones en patrones meteorológicos durante meses o años.

Así, la dinámica del recorrido y alcance de estas columnas eruptivas convierte a estos fenómenos volcánicos en actores geológicos con alcance e impacto planetario, trascendiendo la zona local de la erupción.

Estos elementos tienen efectos benéficos para el planeta, entre los cuales destacan:

Enfriamiento temporal del clima: Los aerosoles de ácido sulfúrico reflejan parte de la radiación solar de vuelta al espacio, ayudando a reducir la temperatura superficial de la Tierra durante meses o años, lo que puede mitigar temporalmente el calentamiento global.

Regulación de la radiación solar: La dispersión de partículas ayuda a equilibrar la luz solar que llega a la superficie terrestre.

Impacto positivo en la formación de nubes: Los aerosoles volcánicos pueden favorecer la nucleación de gotas de agua en las nubes, participando en ciclos naturales de precipitación.

Contribución a ciclos biogeoquímicos: Las cenizas depositadas pueden aportar nutrientes al suelo, fertilizando ecosistemas y promoviendo el crecimiento vegetal tras erupciones.

Aunque las erupciones volcánicas pueden ser fenómenos dramáticos, las columnas volcánicas aportan beneficios climáticos y ecológicos importantes, actuando como un sistema natural de regulación del clima y la atmósfera del planeta, además de enriquecer suelos y ecosistemas.

Por ejemplo la columna de Hunga Tonga-Hunga Ha’apai (2022), al alcanzar casi 57.000 m permitió al material volcánico dispersarse rápidamente a escala global, circunnavegando el planeta en aproximadamente una semana, y partes de su aerosol estratosférico se desplazaron de polo a polo en pocos meses.

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